A pesar de que los riesgos planteados podrían constituir razones suficientes para alejar a los chicos de la tecnología, esto no es lo deseable. Negar a los niños la posibilidad de utilizar las TIC es atentar contra sus derechos; significaría excluirlos de la sociedad del conocimiento y obstaculizar su educación y desarrollo cognitivo, social y cultural.
Aunque los chicos sean expertos con grandes habilidades en el manejo de los dispositivos tecnológicos, y no obstante los adultos se sientan menos capacitados en ese sentido, es fundamental tener siempre presente que precisamente estos últimos son los responsables de bregar por la seguridad y la salud física y mental de los chicos, así como garantizar su desarrollo como seres sociales comprometidos con su mundo. Los adultos en casa y las escuelas tienen la responsabilidad y oportunidad de acompañar a los menores en las experiencias de aprendizaje que se presentan en el uso de tecnologías, ayudándolos a apropiarse de las reglas de convivencia que necesitan para participar en estos nuevos ecosistemas como buenos ciudadanos digitales.
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